Durante el período de explotación del salitre Iquique tuvo una destacada presencia inglesa. Las oficinas salitreras, el comercio y las principales empresas y entidades bancarias eran administradas por esta colonia, en los siglos XIX y XX, durante el esplendor del imperio británico. La presencia inglesa aún es posible encontrarla en antiguos edificios y casonas. También en un templo que otrora albergó a la feligresía anglicana en nuestra ciudad. Este patrimonio se encuentra en calle Orella entre Linch y Obispo Labbé, donde hoy se ubica la Iglesia Adventista del Séptimo Día. El templo edificado en 1902 y consagrado a San Miguel Arcángel y que desde la década del 50 fue adquirido por la congregación evangélica, guarda en su interior un tesoro centenario. Un órgano con fuelle y sistema de 41 tubos, el que fue elaborado en Inglaterra y traído a Iquique en 1911, el cual fue donado a la colonia residente en la ciudad. Su construcción demandó 9 años.
El órgano es la principal reliquia y orgullo de la Iglesia Adventista de Iquique. Hoy es usado en liturgias y matrimonios y para su ejecución cuentan con la colaboración de músicos como el maestro Gonzalo Calle e Ida Recabarren, quien es profesora de música y madre del artista.
Cuando el órgano fue instalado al costado izquierdo del templo, su principal ejecutor fue el ciudadano inglés John Hill, quien además ayudó en su armado en Iquique. Con los años y paulatino retiro de los ciudadanos ingleses, la congregación anglicana, a cargo del cónsul George Wood vendió el templo al pastor adventista Benjamín Almonte y la reliquia está a resguardo de la congregación.
La maestra Ida Recabarren destaca que ella utilizó por primera vez el órgano en 1960, secundando a la intérprete Micaela Herrera de Almonte. Explica que es una pieza única, que cuenta con un intrincado y completo set musical y sistema de válvulas que permiten "programar" el sonido.
RESTAURACIÓN
Por su parte, el maestro Gonzalo Calle quien ejecuta música de Juan Sebastián Bach y autores sacros en el instrumento, destaca que éste fue sometido a mantención en 1990, para lo cual se mejoraron los tubos y se cambiaron piezas.
Asimismo se instaló un sistema eléctrico que inyecta aire al fuelle del órgano y permite ejecutar música sin interrupciones. El órgano cuenta con una pequeña recámara donde se instala el ejecutor y dos teclados, uno para interpretar, otro para acompañar acordes y pedales que permiten ejecutar los bajos, sostenidos y reproducir sonidos de cornos, altos y contraltos. Adosado a las paredes de la recámara está un sistema de botones que permiten reproducir sonidos de instrumentos musicales.
La comunidad adventista quiere mantener por muchos años más esta reliquia musical. Para ello, explica el pastor Patricio Ortega, quieren hacer un trabajo con la minera Colllahuasi para que los apoye en mantener operativo el órgano.
Para el maestro Gonzalo Calle "es una iniciativa que va más allá de nuestra iglesia pues consideramos que este órgano es un patrimonio que pertenece a la comunidad iquiqueña y que ésta debe proteger, por cuanto es una pieza histórica y que dificilmente se pueda encontrar otro similar y que esté funcionando en estos momentos".
La comunidad puede apreciar esta pieza musical los sábado en la mañana, "pues nuestra idea es que la gente sepa que existe esta reliquia y sea valorada por la comunidad".
¿Cómo funciona?
El órgano tubular es un instrumento musical de teclado. Una de sus características es que los sonidos son generados haciendo pasar aire por tubos de diferentes tamaños, que van desde unos pocos milímetros hasta varios metros.
Se maneja mediante uno o más teclados para tocar con las manos, y otro consistente en unos pedales en la parte inferior. Los distintos registros se accionan mediante palancas o botones al alcance de la mano de quien toca el instrumento. Su origen se remonta a la antigua Grecia, aunque hay imágenes que demuestran que en el Imperio Bizantino se usaban modelos pequeños en base a fuelles. Sin embargo fue en el siglo XVI y XVII donde su uso se extendió y uno de sus grandes intérpretes fue Juan Sebastián Bach, que dedicó una buena parte de su obra a este instrumento.
